El contexto de una situación que, pasada la crisis mundial, recupera adeptos en grupos de afinidad, vuelve a reunirlos. Así, un imaginativo evento que integra a los amantes de buen beber…y del buen comer encontró un escenario idóneo en el Hotel Hyatt, frente a la bahía de Los Pocitos

Este no fue el único acierto. Un experto como Omar Ichuste instrumentó junto a la degustación, el conocimiento de elaborados platos y los vinos de la bodega argentina Catena Zapata, sus orígenes y especificidades. Estos últimos descriptos por una simpática representante de la misma que disertó a cada paso de maridaje en las concurridas mesas colectivas.

La hoja de ruta, anticipada a los participantes, avanzó con el clásico “in crescendo” de los clásicos Salones del vino de Catadores con un agregado. Este componente completó lo que cataloga, al igual que las instituciones del mismo tenor, a esta como una “experiencia religiosa”. En efecto, al gusto, el olfato y la visión estética de los platos, se sumó la actuación de un conjunto coral en un simultáneo deleite para los oídos.

La serie corrida, bien programada, de clásicos italianos logró en el bullanguero salón alrededor de un Olivo gigante -si, un árbol de verdad- una respetuosa pausa de atención con remate de aplausos.

La conjunción de todos los componentes de la percepción llevó la reunión al clímax que se mantuvo a los postres y sobremesa que alargó las tres horas de disfrute. Salir a la fresca brisa de la rambla solo acentúa la certeza de que la velada será inolvidable.