Al terminar el liceo Gastón Vitale dudaba si inscribirse en Agronomía o estudiar Enología y se decidió por la segunda. Tal vez, porque al vivir al sur de la ciudad de Canelones, era frecuente su contacto con los vecinos viñedos de Molinari. Allí iba en vacaciones con sus amigos y con suerte variada, a tratar de cazar pájaros. Al egresar tuvo su primer empleo con los hermanos Pisano donde pudo practicar lo aprendido y adquirir experiencia. También aplicó luego sus conocimientos en Castillo Viejo

La siguiente y actual etapa, fue integrarse al equipo de la bodega Giménez Méndez, donde con el tiempo y la aprobación de la familia, pudo extender sus alas y comenzar a asesorar a otras bodegas: Sierra Oriental y Oceánica José Ignacio en Maldonado, Piccolo Banfi en Colonia y Bresesti en Montevideo.

Comprobando este despliegue de obligaciones es natural que uno se pregunte: ¿Cómo hace este gladiador del vino para cumplir con todas y en simultáneo? Él lo responde con franqueza: “Para atender mis compromisos tengo que sacrificar parte de mi tiempo libre, esperando que en un futuro no muy lejano, esto se pueda revertir. El secreto pasa por tener buenos equipos y contar con los colaboradores idóneos. Es vital que estén entrenados para que puedan interpretar mis instrucciones. La capacitación es fundamental y parte de ella surge de mi protocolo de trabajo. Eso es lo que debe hacer el consultor de bodegas”, asegura Gastón.

En el verano y al comenzar la cosecha, para los enólogos el trabajo es muy intenso y las horas para dormir son escasas. En este caso particular Gastón debe coordinar muy bien su diversidad de tareas y así lo cuenta: “En vendimia, una visita semanal es obligatoria. Cuando voy a Sierra Oriental hago también bodega Oceánica José Ignacio. La de Bresesti en cambio me queda cerquita y a Piccolo Banfi en Colonia, voy los fines de semana. En esa época tan clave lo principal es probar las uvas para medir su madurez y acordar la mejor fecha de cosecha. Además, comunicarse hoy a distancia es super fácil y es vital para resolver las preguntas  que me llegan durante la semana”, lo explica y transmite que logra cumplir con todos.

Con el pasar de los años, también apareció otro sueño, el imaginar con su esposa Karen Soca, un proyecto familiar al que desde el vamos bautizaron Finca Las Violetas. Allí, a la altura del km 40 de ruta 5, es donde viven y  donde ya están dando los primeros pasos para construir su propia bodega.

Sus primeros vinos – Flor Violeta – ya están en el mercado y en su etiqueta blanca, lucen además de la flor estilizada, una expresión que bien los define: Pasión y respeto por la naturaleza.

Los varietales conforman una línea definida, con 6 tintos, un rosado y el blanco Sauvignon Blanc. Los acompañan cuatro blends de regiones: un blanco, otro rosado y dos tintos, porque las uvas que los componen vienen de Colonia, Canelones y Maldonado. Son vinos que se unen y se identifican por una calidad indudable, fruto de la experiencia acumulada por Gastón, que por todos los medios busca la originalidad de sus vinos.

En el portal de Finca Las Violetas se puede ver el porfolio completo. Su ficha técnica aclara no sólo los detalles de elaboración, sino también la procedencia de las uvas que le dan su personalidad.

Al abrirla aparece una afirmación que define bien la impronta que Gastón y Karen le dan a su proyecto: “Amamos el arraigo, la familia y las tradiciones. Amamos el trabajo y lo entendemos como un motor para alcanzar los sueños. Creemos en la trascendencia, en involucrarnos con el corazón y en qué hacer bien las cosas siempre es la mejor opción”.

Los vinos de Finca Las Violetas estarán presentes y ya tiene su stand asignado, en el próximo 24° Salón Nacional del Vino by Catadores, que esta vez tendrá lugar el 9 de noviembre en el Auditorio Nacional Adela Reta del SODRE.