A pesar de la pandemia, 2021 fue un año muy provechoso para las subastas de vinos de colección, tanto en Europa, como en USA o Hong Kong, las principales plazas para este exclusivo negocio. Un rubro de nicho similar al de las joyas y relojes o tapices antiguos. Los compradores son ricos coleccionistas, que pueden atesorar piezas de alto valor. Los hay fríos y calculadores que invierten en marcas prestigiosas como si fueran acciones de bolsa. Compran cuando el precio conviene y venden cuando sube. Otros son apasionados y entusiastas que adquieren esas caras botellas, no sólo como negocio, también para descorcharlas de vez en cuando y disfrutar sus excepcionales vinos

Pablo Huarte lo sabe bien porque trabaja en Christie’s de París, la antigua y prestigiosa casa de remates, fundada en Londres hace más de 200 años. Alumno del Liceo Francés en Montevideo, ya con 18 años tenía claro que quería estudiar Enología y beca en mano, lo hizo en Francia. Al egresar trabajó en varias bodegas hasta que recaló, en una coqueta boutique de vinos en París, repleta de costosas botellas muy difíciles de comercializar. Su dueño las había comprado con mucho entusiasmo y precisaba ayuda para rotar el stock. Las etiquetas de famosos vinos llenaban los estantes de la cava subterránea y la tarea inicial de Pablo fue la de contactar a negociantes y casas de remates, para poder cumplir con ella. Este empleo le permitió entrar a un mundo de fantasía y volverse un conocedor. Paso a paso pudo ir bajando el stock, hasta  que un dilema lo detuvo.

“Al hacer el inventario encontré una costosa botella doble Magnum de 3 litros, era un Chateau Le Pin 1988, cuya pequeña etiqueta no correspondía a su gran tamaño y eso la tornaba invendible. Había sido comprada en Christie’s y la factura estaba en nuestro poder. Tuve que contactarlos, hubo largas tratativas con Le Pin, porque ya no quedaban etiquetas de esa añada, hasta que al final se pudo solucionar”, comenta Pablo.

Conocer a Christie’s por dentro le  causó gran impresión y hace dos años, al abrirse una posición en la casa, se postuló y fue aceptado.

Aprovechando su estadía para las fiestas en Montevideo, le pedí me  contara de este negocio tan singular y me decía:”Cuando alguien nos contacta para vender su colección, le pedimos toda la información disponible antes de visitarlo. Muy importante son las condiciones en que está guardada y si estas son las correctas, vamos a hacer el inventario y recabamos todas las facturas de compra, que certifican la autenticidad de esos vinos. Luego hay que revisar cada botella, ver el estado de la etiqueta, del corcho, de la cápsula y comprobar el nivel del contenido. Hacemos una descripción analítica y muy precisa del total y casi siempre hay botellas que se descartan. Luego hacemos un estimativo de precio y proponemos un armado de lotes, para que la subasta sea más atractiva”.

Una colección grande como la que tuvo que evaluar en Italia, le llevó toda una semana a un equipo que integró junto a dos colegas de Christie’s. “Al propietario, un magnate italiano, le gustaba cocinar y al mediodía siempre preparaba algunos platos especiales y nos invitaba a almorzar con él. La disyuntiva para nosotros era cuando descorchaba una tentadora botella veterana y nos convidaba. Porque después de esa quería ir por la segunda y nosotros debíamos trabajar toda la tarde. A la hora de la cena ese problema no existía” cuenta con una gran sonrisa, al recordar esta aventura, en aquella gran mansión cerca de Pescara.

Conocí a Pablo hace varios años cuando estuvo aquí, trabajando para bodega Bouza, antes de volverse a Francia. Tenemos una buena relación y me alegró reunirme con él y saber más de su vida y de los secretos de este negocio tan singular.