En Antigua Bodega, Virginia Stagnari dirige y gestiona la empresa desde que su padre le cedió el mando. Su hija, Mariana Meneguzzi y Laura Casella, ambas enólogas, manejan la elaboración de los vinos con comprobada solvencia. Laura aporta su gran experiencia, desde 1991, cuando comenzó a trabajar en la bodega. Eran épocas en que a las recién egresadas de la Escuela de Enología se las destinaba a trabajar en el laboratorio, donde quedaban como encapsuladas y brindando la data de apoyo, a los varones que elaboraban los vinos. En más de tres décadas de aquel tiempo, el mundo ha cambiado y la mujer ha ganado espacios en todas las industrias. La del vino y la local, en particular, no ha sido ajena a esa evolución y hoy podemos decir que son muchas mujeres que elaboran grandes vinos, para disfrute de todos

“Con el tiempo ya tenía que incursionar en las operaciones de bodega y una vez fui a inspeccionar una pileta recién lavada. Quedaban residuos pegados a las paredes y le dije al operario, que debía repasar la limpieza. La respuesta del veterano fue: No recibo órdenes de mujeres”, recuerda Laura y sonríe con la perspectiva que da el tiempo. Sin embargo, en la escuela, siendo la única mujer de la clase y pasada la primera sorpresa, no tuvo roces ni se sintió discriminada, al contrario, entabló una gran amistad con sus compañeros.

Por su parte para Virginia, que entró a trabajar en la bodega cuando decidió dejar Facultad de Medicina. “Yo estudié hasta quinto año, cuando comencé a dudar. Iba a los hospitales y no me hallaba, me decía esto no es lo mío, pero no tenía otra alternativa. Mi padre entonces viendo mis vacilaciones, me propuso venir a trabajar a la bodega y acepté sin vacilar”, comenta sobre sus primeros pasos.

“Una vez que entendí el negocio, empecé a atender clientes, a visitarlos y obvio que todos eran varones. Me recibían muy bien, creo que les nacía la veta de caballeros, así que por ese lado el ser mujer creo que hasta me favoreció,” dice risueña. Ya con varios años al frente de la empresa, e integrando también la directiva del Centro de Bodegueros, más de una vez le fue ofrecida la presidencia, pero no aceptó para no restarle tiempo a su ocupación principal.

Mariana egresó de la Escuela de Enología en 2004, pero antes había considerado diferentes opciones, medicina y cosmetología entre otras. “Tuve que hacer una prueba de ingreso y en mi clase éramos mitad chicas y mitad varones. En las clases prácticas nunca hubo distinción de género. Hacíamos la vendimia a la par y cargábamos los cajones para entrarlos en la bodega. Manejábamos las mangueras para hacer los trasvases o cambiábamos las barricas de lugar sin pedirle ayuda a los varones”, recuerda Mariana de sus épocas de estudiante.

Su inicio en Antigua Bodega se vio facilitado al tener como “madrina” a Laura Casella y entre las dos se dio una sinergia muy positiva. La experiencia de una y el afán de la recién llegada trajo innovaciones en la bodega familiar, que ya va por la tercera generación. Es así que se concibieron nuevas líneas como Bella Donna, de cuatro tintos y un blush, en cuya etiqueta se insinúa muy colorido, el rostro de una mujer bien maquillada.

Con mi curiosidad y picardía de siempre, no quería cerrar el encuentro sin preguntarles a estas tres mujeres que son signo ineludible de Antigua Bodega… ¿Hay vinos para mujeres?

“En una época los había y eran blancos o rosados y si eran dulzones mejor”, dice Mariana y agrega:” Creo que se debía a que no se animaban a dar el siguiente paso, el de ir por los tintos. Por supuesto que si vamos a los espumosos siempre fueron como una debilidad para ellas y menos para los varones”.

La experiencia de Virginia recogida de los salones del vino es que las diferencias ya no existen y que hoy ya hay muchas conocedoras, que llegan al stand a pedir los mejores tintos: “es muy común que hasta comenten algo como: no lo conozco, pero me lo recomendó una amiga. Hace años la pregunta que nos hacían era: ¿tenés un vinito dulce o un rosado? Hoy eso ya no existe”.

Es bueno saber que no solo en la industria se ha concretado el cambio. También en las consumidoras, que cada vez son más y muy exigentes.