Sicilia siempre ha sido un crisol de culturas y sus originales vinos se destacan entre los de Italia. Es la isla más grande del Mediterráneo y por eso, Catadores programó para el mes de mayo, un viaje para conocerla mejor y disfrutar de su hospitalidad. Fue griega, romana, musulmana, francesa y española. Sometida siempre a la dominación extranjera. Son famosas las “Vísperas Sicilianas” de marzo de 1282. Una rebelión popular del martes de Pascua, contra los ocupantes franceses del ambicioso Carlos de Anjou, hermano de Luis XIV. Como consecuencia tuvo que abdicar a favor de Pedro de Aragón. Después de estos y otros avatares sucesorios en que los austríacos también participaron, Sicilia se vuelve italiana recién con la revolución de 1848, en la que Garibaldi participó activamente

Los griegos plantaron las primeras vides en la isla y durante siglos sus vinos no iban por la mejor calidad. Cierto es que siempre hay excepciones y la de Marsala es la destacable. Es un municipio al oeste de la isla que logró fama a partir del siglo XVIII por sus vinos fortificados, que se envejecen en barriles de madera, a la manera de Oporto. Como en esta región portuguesa, también aquí los británicos tuvieron mucho que ver en el desarrollo de esta industria, para comerciarlos con buenas ganancias en su patria.

En la segunda mitad del siglo XX, la sociedad de consumo crecía y marcaba las pautas y los clientes se volvieron más exigentes y refinados, creando un nuevo mercado muy apetecible. Los productores sicilianos ni lerdos ni perezosos pronto lo captaron. La calidad entonces se transformó en una obsesión para los productores sicilianos. Usando sus uvas autóctonas, muy poco conocidas en el extranjero y aplicando técnicas modernas, pronto comenzaron a llamar la atención de los conocedores.

La Nero d’Avola es emblemática porque da vinos tintos intensos que representan bien el carácter de Sicilia, con su riqueza y distinción. Este tinto ofrece una experiencia gastronómica y vinícola única. O las Frappato y Catarratto – tinta y blanca respectivamente – que durante años han sido el rostro del vino siciliano en mercados internacionales. Las uvas Perricone y Zibibbo, por ejemplo, han sido cultivadas durante siglos en Sicilia, pero sólo recientemente han sido objeto de un renovado enfoque de su viticultura, que llama la atención por lo dinámica que puede ser.

Son varias las denominaciones de origen vitivinícola de la isla. Cada una de ellas con sus influencias y particulares perfiles. Las más conocidas son las cercanas a Catania y Palermo, las dos principales urbes sicilianas. Desde Catania se llega fácil y con hermosas visitas al “Volcano”. No necesita traducción, ¿verdad? …, hablamos del poderoso y activo Etna, que también es una DO. Su altura máxima ronda los 3.300 msnm y luego de la última erupción las viñas se encuentran entre los 300 y 1.000 msnm. Se plantan blancas y tintas, pero sin duda las rojas son las que dan los vinos más destacados, que los expertos suelen comparar con los franceses de Borgoña, por su acidez, suaves taninos y gran versatilidad gastronómica.

Al igual que el panorama volcánico de esta región, hay otras que son marítimas por encontrase casi en el Mediterráneo; otras de montaña; y otras de valles, como el del Noto, que hoy está de moda y que comentaremos en nuestra próxima entrega. Porque un viaje se disfruta antes, durante y después.