Días pasados la residencia del Embajador de la República Argentina en nuestro país, Don Alberto Iribarne y su esposa Belén Trigo, fue sede de un encuentro con destellos dorados. La mesa imperial del comedor oficial lucia resplandeciente con individuales de lino y 5 copas de cristal, que contenían Single Malts. Está vez, no provenían de Escocía, Irlanda, USA, Canadá o Japón, denominaciones de orígenes reconocidas y tradicionales. El origen de estos líquidos, era rioplatense. Sí señores. Argentina y Uruguay, sorprendieron al grupo de invitados, conformado por: expertos, importadores, consumidores, y periodistas, por sus productos

Las palabras de Don Eduardo Bustamante, cónsul general adjunto del país hermano, dio inició a la degustación. Bustamante, diplomático de carrera y apasionado del whisky, pidió a los presentes “abran las mentes, estamos ante productos diferentes a los ya conocidos por todos. Intentar comparar estos Single Malts con sus pares escoceses no sería justo y tampoco necesario. En cada una de estas copas, hay trabajo y pasión rioplatense. Hay compromiso, amistad, saberes compartidos, y esa es la razón de este encuentro” concluyó el diplomático, cediendo la palabra a Juan Carlos Baucher quien ofició de maestro de ceremonias.

Casares, Demian y La Alazana, fueron las destilerías argentinas que dijeron presentes, representadas por sus propios hacedores. Por nuestro país, el emprendedor Enrique Larnaudie de Punta Colorada, se unió a este encuentro de hermandad. Porque entre productores, el saber se comparte de forma desinteresada y así lo manifestó con orgullo Enrique al agradecer a sus colegas argentinos “si yo estoy aquí junto a mi producto es en parte a los hermanos argentinos, que tanto me enseñaron. Fueron varias mis visitas a sus establecimientos, horas de conversación, compartiendo aciertos y errores…, así que, a ellos gracias”

La primera de las copas contenía el destilado de Ricardo Satulowsky, llamado Casares, en honor a su lugar de origen: Carlos Casares, en la provincia de Buenos Aires. El packaging sorprende por su forma, color y varios detalles que lo distinguen. Una caja de 8 caras de color amarillo, con cinta corredera para llevar y base firme. En el fondo interior de la caja, el avatar de la cara de Don Ricardo nos roba una sonrisa por su gran genialidad. La cebada utilizada es de producción propia y el producto final es aromático, donde predomina la fruta caramelizada.

La degustación había comenzado y fue el turno de Max Demian Pelegrí, veterinario de profesión, experto en caballos, y apasionado de la gastronomía. Su curiosidad lo llevó a crear un proyecto paralelo a sus quehaceres y así nace en 2001 la destilería que lleva su nombre. Digamos que es un líquido recio, con aromas celosos pero que al girar la copa y agregar unas gotas de agua, muestra sus atributos. Su degustación generó controversias, aromas a miel, propóleo combinado con algo de caramelo y un toque medicinal. A Max le gusta que los consumidores sean sinceros en sus apreciaciones porque él elabora el producto que le gusta y eso es tan o más genuino que seguir las tendencias del mercado.

La copa del medio y a modo de honor fue para al destilado uruguayo, fruto del trabajo y la pasión de Enrique. El Larnaudie clásico, con su dorado característico, es aromático y elegante; de boca suave, con notas herbales que agradan al paladar. La destilería que podríamos llamar marítima por encontrarse en Punta Colorada, a pocos metros del mar, es el reducto donde Enrique destila alcoholes para elaborar gin y por supuesto, whisky. Su producto clásico es el Single Malt pero recientemente lanzó su primer blend, añejado en una barrica original de Jack Daniels, que Marcel Buenseñor de la Fonda del Puertito había comprado en la propia destilería.

Las dos últimas copas contenían expresiones bien diferentes y ambas pertenecían a La Alazana, la primera destilería de la República Argentina. Ambos destilados fueron presentados por Baucher, quien con sus poéticas palabras nos contó, en representación de Nestor Serenelli y Lila Tognetti, las hazañas de estos emprendedores para lograr un whisky muy bien acabado, proveniente de la provincia de Chubut. Allí siembran su propia cebada y su Single Malt ya ha ganado reconocimientos en Escocia y Bulgaria.

La cuarta copa de la degustación pertenecía a la versión Farm Destillery de aroma cautivante donde resaltan los frutos tropicales, con el coco predominando que se entrelaza a la vainilla. Así develan su pasaje por el roble americano. La última copa contenía la versión “peated”. El secado de la cebada de esta expresión se realiza con turba de la Patagonia, otorgando un sutil ahumado a un Single Malt muy singular. La Alazana ya juega en las ligas mayores. Se acaban de instalar en Montana, para crear el primer Single Malt estadounidense.

Salimos de la residencia del país hermano, bajo agua. Llovía y a cantaros. Pensé en la experiencia vivida. En la pasión de estos hombres y mujeres que deciden, contra viento y marea, hacer sus sueños realidad. Las gotas caídas del cielo me hicieron recordar cuanto tiene que ver el agua en la elaboración del whisky. En la intimidad de mis pensamientos me dije “quizás esta lluvia inesperada sea un buen presagio para que un día, ambas naciones unidas por el Río de la Plata, se convierta en una nueva región para producir whisky de alta calidad. Un whisky que sea reconocido en el mundo entero, por sus características propias. Nuestras tierras son ideales para sembrar buena cebada. El agua es nuestro principal activo. Pasión no falta. Solo tiempo y paciencia para que el líquido que reposa en barricas se convierta en el elixir que nos represente, una vez más, como hermanos. Ojalá así sea.