Santiago Degasperi estuvo en Bolonia, donde a fines de marzo tuvo lugar la primera feria de Slow Wine, un apéndice del movimiento Slow Food fundado por el italiano Carlo Petrini. Con sus vinos de Proyecto Nakkal y los de las bodegas Bresesti y Casa Grande, representó a Uruguay en este singular evento, que reúne a los productores que los elaboran con mínima intervención y respetando el entorno

Slow Food nació en 1986, cuando en Roma se anunció la instalación de un nuevo local de Mac Donald, en la histórica plaza España. Indignado Petrini por la profanación que significaba que el rey del Fast Food, se instalara en ese lugar icónico, organizó una manifestación de protesta a la que concurrieron cientos de personas tan idealistas como él.

La proclama del italiano se funda en comer despacio y disfrutar de una alimentación que debe ser “deliciosa, saludable, natural, fresca y de temporada”. Una propuesta tan seductora que hizo que hoy, en más de 50 países el movimiento de comida lenta tenga miles de seguidores. Utilizan la imagen de un caracol – símbolo de la lentitud – como manera de contrarrestar la obsesión por comer y vivir rápido.

Slow Wine es más reciente y nace por añadidura. Su lema en inglés:”Good, clean and fair” no aclara mucho, porque traducido sería: bueno, limpio y justo. Santiago lo explica para entenderlo mejor:”

“Quien produce estos vinos debe sentir que entrega lo mejor. No sólo consiste en utilizar levaduras indígenas, limitar el uso de sulfitos, usar tapones biodegradables y apostar a menor contenido alcohólico. La filosofía de este movimiento es más amplia y tiene que ver con la responsabilidad social. También con producir de forma sustentable y ponerle a sus vinos el precio más justo”.

“Un ejemplo práctico es el de nuestro Proyecto Nakkal. Decidimos no colocarle cápsula a las botellas, porque no le agrega nada y sólo se usa por tradición y  estética. Con mis socios entendemos que es superflua y la descartamos. Hoy somos pocos los que nos planteamos, que ese plástico vistoso va a parar a una fosa de basura. Creemos que el producir de forma automática, sin pensar en el entorno, ya no es para estos tiempos”, afirma muy convencido.

Slow Wine Latam es la filial en esta zona del mundo y tuvo sus representantes en Bolonia, algunos muy particulares como la chilena Carolina Herrera Alvarado. Con su esposo cultivan un pequeño viñedo en el valle Marga Marga y elabora sus vinos con métodos ancestrales. La fermentación la hacen en cueros de vaca ahuecados, al colgarlos de postes como se hacía en épocas de la colonia. Tienen mucha demanda, exportan a Europa y tienen la producción vendida y paga por adelantado.

De Argentina participaron entre otras Pielihueso y Alpamanta que es biodinámica, propiedad de tres socios europeos.

Perú tuvo como representante a Pepe Moquillaza que elabora sus vinos con uvas mestizas, adaptadas a los tiempos de hoy y con el afán de reivindicarlas.

“Cosas veredes Sancho, que farán fablar las piedras”, le decía don Quijote a su escudero. Refrán antes usado, para referirse a lo sorprendente o a cosas que nos causan perplejidad.