Nora Rey es madre, cocinera, empresaria y una marca de larga trayectoria en el Uruguay. Hace más de cuarenta años que cocina para presidentes, bodas, cumpleaños, celebraciones, empresarios y miles de niños de escuelas públicas. Su empresa es líder en el mercado del catering. Comenzó sola en su casa de Pocitos. Hoy son sus hijos quienes llevan adelante 130 empleados y varias unidades de negocios. Su nieta encuentra en el imperio fundado por su abuela, el lugar para expresar su creatividad. The Select Experience conversó con las tres generaciones de mujeres que integran el reinado del buen comer

Los encuentros con Nora son placenteros y enriquecedores. Siempre son alrededor de una mesa y compartiendo alguna de sus creaciones. Esto servirá de disparador para una conversación que será larga, rica en historias, anécdotas de antaño, personajes ilustres y una mirada realista del presente. Anfitriona, generosa y de simpatía cautivadora conjuga de  forma única su origen materno británico, con el italiano de su padre. Su infancia fue en el Prado y su lugar preferido de la casa, la cocina. A los diez años quiso estrenarla  y ante la mirada atenta de su madre, preparó su propia masa hojaldre que luego convirtió en vol au vents rellenos. Mostró la clásica preparación francesa a su abuelo inglés y este la premió con un billete de 50 pesos de la época que ella invirtió, en su totalidad, en utensilios de cocina. Ese día el destino de Nora quedó sellado, aunque la cocina, por lo menos de manera profesional,  tendría que esperarla. Luego de finalizar sus estudios en el British School, comenzó a trabajar en su colegio como maestra preescolar de inglés. Años después abrió su propio instituto. Mientras, seguía deleitando con tortas y bocados en los cumpleaños de sus hijos. El día llegó y fue en el lejano 1974 que a raíz de la recomendación de su hermano a un amigo, Nora hizo su primer catering. La voz se corrió y Nora Rey Traiteur nació.

Su avidez por aprender y profesionalizarse la llevaron, año tras año a París, centro mundial de la gastronomía de aquel tiempo. Estudio en francés y con los popes del momento. Sus valijas volvían llenas de moldes, asaderas, libros y un sinfín de ideas para desarrollar en el país. Así es como sueña con un laboratorio gastronómico, al mejor estilo europeo. Deseaba tener espacios específicos y exclusivos para: repostería, panadería, elaboración de bocados, cámaras de frío para diferentes productos. En 1997, ya consolidada, se propone hacer realidad su sueño que, sin saberlo, la llevaría a un nuevo nivel del juego. La planta de Máximo Tajes es un hecho y la incorporación de sus hijos a la empresa, también. Conrado, Jose Alfredo e Inés Dartayete se hacen cargo de un emprendimiento que hoy involucra a más de 130 familias y que reconocen “fue gracias al sueño que tuvimos como familia pero fundamentalmente a la audacia brutal de mamá“.

La reforma educativa que Germán Rama llevada a cabo por aquellos días, se ponía en práctica y con ella, la famosas “viandas” que serían, desde entonces, el almuerzo en horario escolar de miles de niños. Nora y sus hijos quisieron ser parte y no solo para aprovechar la capacidad ociosa de la nueva planta, sobre todo para democratizar el buen comer y llevar a los niños sabores, aromas y un plato bien presentado. Cuenta orgullosa Inés “mamá se negaba a servir el arroz blanco cocinado en grandes marmitas, ella quería hacer un sofrito de cebollita, aceite, condimentos para que el arroz que comieron los niños fuera rico y nutritivo. Las nutricionistas del gobierno probaban las recetas que modificaba mamá y quedaban encantadas. Entonces aceptaban los cambios. Fue una época experimental para todos…, el gobierno, nosotros y todas las empresas que participamos de aquella iniciativa que hoy sigue siendo una realidad”.

“Mamá dejó su huella en el sistema. Se opuso a que la comida saliera caliente de las plantas de elaboración a la mañana y se esperara al mediodía para servirla. Se enfrentó a las autoridades y los convenció que había que invertir en hornos y equipamiento para cada escuela. No fue sencillo, pero el saber de mamá y su tesón lo hicieron posible” reconoce su hija.

Inés no es profesional de la gastronomía pero nunca fue ajena a ese delicioso mundo. Solo cocina en casa y para amigos; viaja por el mundo para comer y traer las novedades a nuestro país. El marketing y lo comercial son sus áreas de responsabilidad, además del último proyecto de la empresa, la boutique de la calle Alejandro Schroeder 6464. La acogedora casa de Carrasco ofrece durante seis días a la semana, un amplio servicio de rotisería gourmet. Tartas, ensaladas, bocatas, galletería, dips, y un abanico de dulces que es la tentación de clientes y amigos que se acercan a diario, en busca del almuerzo. También masas para el té o varias opciones de platos congelados para la cena. La planta alta está reservada para los novios que cada semana Inés recibe para conversar sobre uno de los días más importante de sus vidas, la celebración de la boda.

Sol Fernández es hija de Inés y la única nieta de Nora que quiso involucrarse en la empresa familiar. Aun no sabe cómo y desde que lugar pero siente que sus estudios de gastronomía en la prestigiosa escuela francesa Le Notre, su carrera en Bellas Artes, su amor por la cerámica y el cultivo sustentable, algún día se fundirán y harán de ella una pieza clave en el negocio que creó su abuela hace más de 40 años. En la chacra cercana a Soca, donde Nora y Julio cultivan tomates, pimientos, flores de amapola, frutas y vegetales, Sol explora su creatividad. Jalea de butiá como relleno de bombones y macarrons, salsa especiada de tomates orgánicos para carnes, son solo algunas de sus creaciones. Planea su futuro en un jardín sustentable, donde su conexión con la tierra, ya sea desde el cultivo o la cerámica, la hagan parte del reinado, en un papel diferente al de su abuela y su madre. God save the Queens!

Gentileza: The Select Experience