Reinaldo de Lucca es un referente y una figura ineludible del vino uruguayo. De niño frecuentaba la bodega familiar en El Colorado, cerca de Las Piedras y al terminar liceo no optó como otros chicos canarios, por estudiar enología en la Escuela de la UTU. Se inscribió en cambio en la Facultad de Agronomía y una vez egresado, pudo ir a estudiar Fisiología Vegetal en la Universidad de Pennsylvania. Con el título de Master ya en la mano, se postuló para una beca en la Universidad de Montpellier, donde fue aceptado y de la cual egresó con un PhD en Vitivinicultura. Al estar en el extranjero aprovechó a recorrer otras regiones vitícolas y al regresar al país, se sintió bien preparado para ayudar a su padre en la bodega

La vid y el ecosistema

Esta formación lo marcó a fuego, por lo cual tiene muy claro el papel de la vid. “El hombre elige el lugar donde plantarla y a ella le toca insertarse en un determinado eco sistema. Es donde debe producir sus uvas de acuerdo a las condiciones que le han sido dadas” opina hoy Reinaldo.  En una entrevista realizada por Martín Viggiano en su podcast Radio Tannat, aclaraba este concepto: “La vid pasa a convivir entonces con otras plantas, que ya crecían de forma natural en ese sitio. Con ella y en esas condiciones, hay que tratar de generar entonces, un vino que represente la identidad de ese lugar y que se distinga por eso”. Y agrega:”Siempre digo que un 90% de los vinos elaborados en el mundo son tecnológicos. O sea, que apuntan a adaptarse en cada época al gusto del consumidor. Son vinos de muy buena calidad y por eso el mercado los reclama, pero obvio que no pueden representar al viñedo que los vio nacer. Los míos tienen que identificarse con mi filosofía de entender el viñedo y mi forma de elaborarlos. Son vinos que te hacen pensar y hasta soñar”.

Experimentar y rescatar es la consigna

Conocí al “Tano” de Lucca en los 90, cuando nos deslumbró con un Syrah de gran calidad, a los que en aquellos años frecuentábamos los grupos de cata. Una época en la que con una actitud vigilante, no le perdíamos pisada a los nuevos vinos nacionales, para ser los primeros en probarlos. En su afán de experimentar y rescatar otras variedades, Reinaldo elabora dos tintos del sur de Italia – Nero d’Avola y Agliánico – que suman y muestran como encara su pasión.  El primero es un varietal siciliano emblema de la isla, que en Europa tiene fama de rústico. Tal vez sea por el clima seco y tan cálido de Sicilia o las uvas cosechadas a destiempo y una elaboración poco cuidada. Aquí en Uruguay es muy distinto y de tosco no tiene nada. Del 2019 de Reinaldo debo decir que al servirlo, uno ya se ilusiona al verlo de un guindo tan intenso. Luego y con su aroma fresco y frutado sigue cautivando. En la boca muestra su nervio con cierta tensión y se agarra pero no muerde. Da una sequedad pasajera, como para decir soy siciliano. Con las carnes va a rendir muy bien y sin duda mejor con una lasagna bien gratinada.

Originaria de Grecia

Por su parte, al Agliánico se le identifica con la Bassilicata, también al sur de la bota. Esta vid se originó en Grecia y fue llevada al sur de Italia por los primeros colonos griegos. Durante el impero romano era la uva principal del famoso vino falerno. El cosecha de 2017 de Reinaldo me sorprendió gratamente. De color claro, parecido al Pinot Noir, presenta aromas delicados de guinda y en la boca es tan sedoso que impresiona. Si fuera una tela debería ser un tul o una seda de la mejor calidad. Hacía tiempo que no probaba un tinto como este. Es ideal para conocedores o para los muy curiosos que siempre buscan algo diferente. No es para ponerlo en góndola. Y cierto lo que De Lucca dice: es un vino que te hace pensar, porque eso me sucedió.  Traté de recordar si ya había probado otro parecido y ninguno vino a mi memoria. Lo ubico y recomiendo como para disfrutarlo sólo.