Laura Chiappella cursó enología y trabajó en la bodega de su padre, en Canelones cerca de Sauce, hasta que tuvo la chance de asesorar a unos bodegueros mexicanos de Baja California. Durante un tiempo realizó dos vendimias al año, una acá y otra en el norte. Al final decidió irse a vivir a México, para estar más cerca de su actividad principal. Pero no dejó de venir cada febrero a colaborar con su familia en la época más intensa y apasionante en la vida del enólogo

Medallas en los concursos internacionales

Cada tanto aparecen noticias de medallas ganadas por los vinos mexicanos, dando la impresión que vienen mejorando mucho. En el último Concurso Mundial de Bruselas, las bodegas mexicanas obtuvieron más de 50 reconocimientos. Dos Gran Medalla de Oro, 19 de Oro y 37 de Plata. Además, el Malbec 2015, de Vinícola Pozo de Luna, de San Luis de Potosí, obtuvo el reconocimiento como Vino Revelación de México.

Un clima muy caluroso

“Con mi esposo Fernando Heguerte tenemos bodega allá – nuestra marca es Alto Tinto – pero no tenemos viñedo, así que compramos la uva a distintos productores. En Baja California el clima es desértico y a las vides hay que regarlas con agua de pozo. Son terrenos muy arenosos, de poca arcilla y en verano tenemos muchos días  40ºC”, cuenta.

“El cambio del clima está complicando la zona y está faltando el agua. Viñedo Santo Domingo, es nuestro socio y donde hacemos el vino. Tienen 40 hectáreas plantadas, pero hoy sólo consiguen agua para 20, porque se les secó el pozo principal y hacer uno nuevo cuesta unos 100.000 dólares”, agrega.

El consumo de vinos en viene creciendo de forma sostenida en el país del Tequila y en particular, el de las marcas nacionales. Laura lo ve de esta manera: “Creo que Trump  ayudó mucho anunciando medidas para restringir las importaciones desde México. Apareció entonces un fervor nacional que le hizo muy bien a los vino locales. La gente se interesó en conocerlos y los comercios y restaurantes comenzaron a incluirlos en sus cartas. Antes y sin dudar, los consumidores preferían los importados. Fue en 2017 que comenzó esta transición tan positiva”, explica.

Los tintos acaparan el mercado

Como pasa en la mayoría de los mercados, los tintos son los preferidos y suman casi el 70% del consumo local. Cuando empezó en 2012, los blancos no existían, nadie los pedía. Ahora eso también cambió y en las zonas costeras hay buena demanda, lo que la obligó a tener al menos uno. “Es un trivarietal de Sauvignon Blanc, Chardonnay y Chenin. Rosados también ya se consumen más, pero por debajo de los blancos”.

“Hemos crecido mucho en ventas lo que nos llevó a incorporar más equipamiento. Hoy tenemos diversidad de tanques de inoxidable y un parque de barricas considerable. Antes no tenía un laboratorio, ahora tengo un equipo moderno que me hace todos los análisis. Compramos también otro que distribuye y mezcla el mosto durante la fermentación y que mejora el resultado.  Nos estamos profesionalizando y los vinos Alto Tinto de Laura Chiappella ya están mejor posicionados”, finaliza.