El marqués francés Christophe Lacarin (66) se enamoró del terruño ucraniano y allí plantó sus raíces en 2006. Millonario y algo excéntrico encontró cerca de Odesa "una tierra de ensueño", para cultivar sus viñas y producir sus propios vinos. Es la patria de su esposa Mariana con la que tienen dos hijas

Mucho antes en 1822, algo parecido sucedió cuando un grupo de granjeros suizos, que intentaban de escapar de la miseria de su país, respondió al llamado del zar ruso Alejandro I. El emperador les prometió privilegios económicos y sociales, si se instalaban a cultivar las tierras a orillas del Mar Negro. Emprendieron un viaje en carretas, de más de 2.000 km que duró tres meses, para llegar también cerca de Odessa a instalar sus chacras. Los comienzos no fueron fáciles pero al final la colonia Chabag, se convirtió en la vitícola más exitosa del sur de Ucrania.

Un buen lugar para la viticultura

Estos son sólo dos ejemplos que patentizan las excelentes condiciones del país para la viticultura. Ucrania es el segundo país más grande de Europa y cuenta con esas condiciones ideales para cultivar viñas, sobre todo cerca del mar Negro. Al oeste linda con Hungría, Rumania y Eslovaquia, no lejos de Georgia, zona del planeta que se considera la cuna de la vid europea y el territorio donde se elaboraron los primeros vinos hace miles de años. Al fin y al cabo no debe extrañarnos, ya que estos países se ubican en una latitud similar a la del Veneto y el Piemonte italianos, donde también se producen excelentes vinos.

Una pérdida muy lamentable

Hasta 2014 el país contaba con unas 50.000 hectáreas de viñedos, pero en ese año, la anexión de Crimea por Rusia, le hizo perder casi la mitad de la superficie plantada. Esta separación también le quitó una de sus preciosas joyas ubicada en esa península. La histórica bodega Massandra, famosa por sus vinos dulces tipo Oporto y fundada en 1894 por el príncipe Golitzin, para abastecer la corte del zar Nicolás II.

Una región tan antigua tiene sus propias variedades y aún se cultivan, aunque son demasiadas y desconocidas como para mencionarlas. En cambio, el prestigio de las occidentales les ha llevado a plantarlas y a producir sus propios Cabernet o Chardonnay, con la secreta esperanza de poder exportarlos a los mercados más pudientes.

Un chateau lejos de la guerra

Al oeste y cerca de la frontera con Hungría y hasta hoy, lejos del escenario de guerra, se alza el Chateau Chizay, otra joya de la corona vinícola ucraniana.  Construido en 1995, es un moderno complejo vitivinícola que incluye una bodega con tecnología de punta, sala de cata, museo, restaurante y un mini hotel.

Al principio no contaba con suficiente producción de sus viñedos y debía comprar las uvas en Crimea. Sus vinos espumosos le han dado cierto prestigio, pero no el suficiente como para exportarlos a la Unión Europea.

Sin embargo en Asia y algunos países de África se venden muy bien y Polonia estaba comenzando a consumirlos.

Un futuro muy incierto se cierne sobre los viñedos y bodegas del oeste de Ucrania. Es imposible saber hoy hasta dónde llegará la invasión y  cuánto durará la guerra. Esperemos que pronto se alcance un armisticio y la sensatez comience a imponerse.