Años atrás muchos viñedos bordeaban el camino Sosa Díaz, en su trayecto desde la ruta 8 hacia Atlántida. Las vides alternaban en muchas quintas con frutales y hortalizas, pero había muy pocas bodegas en la zona. Darwin Bracco y su esposa Mirtha Bosca cosechaban las uvas de su viñedo y las vendían a distintas bodegas, que a menudo no las pagaban en tiempo y forma. Eso los decidió a construir una planta industrial para elaborar sus propios vinos. Invirtieron sus ahorros en el proyecto y comenzaron con la producción. Los vinos se vendían con un éxito singular y sin duda, la calidad excepcional de sus uvas les ayudó a obtener este buen resultado. Fue en 2013 que la enfermedad golpeó a Darwin, quien después de una larga convalecencia, no pudo seguir trabajando en su bodega que pasó a quedar inactiva

Emocionada al recordar esos momentos tan difíciles, su hija Fabiana Bracco recuerda: “Me dio mucha rabia lo que había pasado y después de hablar con mi madre decidimos vender todo. Pero me arrepentí. A la sazón yo contaba con mucha experiencia empresarial, por haber trabajado en Argentina y España para compañías internacionales. Por eso me dije que si me había ido tan bien en ellas, porqué no hacerlo para la bodega propia. La convencí a mi madre y mi marido se sumó al desafío. En materia de viñedos estábamos bien por la reconversión que se había hecho con el apoyo de INAVI y si bien se elaboraban vinos de mesa, se partía de variedades finas, con lo cual estaba la base para la resurrección del negocio. Es notable que la calidad de aquellos vinos era tan reconocida, que no había que salir a buscar clientes, venían directamente a comprarlos”.

Comienza el rescate

En enero de 2016 con la vendimia ya cercana, Fabiana empieza a regentear la nueva Bracco Bosca Winery como le gustó bautizarla. No había pasado un mes cuando una pareja de alemanes la viene a visitar y a probar sus vinos. Buscaban proveedores para sus comercios en el país de Richard Wagner. Quedaron encantados con un tinto hecho por su padre y le compraron la partida íntegra. Lo recuerda como si fuera hoy:”Yo no lo podía creer, un vino que tenía tres años y que había sido elaborado sin la tecnología actual. Tuve que explicármelo y pensé que sólo la calidad de nuestras uvas y el empeño de mi viejo para procesarlas, podían explicar ese milagro. En un mes y medio tuve que hacer etiquetas y cajas, para organizar la primera exportación de una bodega que recién comenzaba a renacer. Fue una locura que nos dio un gran impulso. Empezamos entonces a invertir para actualizarnos. Con mi esposo decidimos vender una casa que teníamos en la playa, para comprar los tanques de acero inoxidable, el equipo de frío, el de envasado y la etiquetadora. Hoy, cuatro años han pasado y ya contamos con clientes en 18 países, con vinos muy premiados y reconocidos, algunos compartidos con algunas de nuestras bodegas más grandes”.

Más rescates agregan valor

El predio de Bracco Bosca Winery cuenta con 11 hectáreas de viñedos, que además de Tannat y Merlot incluye también, las otras variedades más habituales en nuestras góndolas. Pero también el legado de sus padres incluyó algunas filas de Moscatel de Hamburgo y Ugni Blanc. A partir de ellas Fabiana encaró el desafío de vinificarlas para VCP, a pesar que se le aconsejaba arrancar esas plantas y sustituirlas por más Tannat:”Porfiada como soy, comencé a pensar en aprovecharlas porque esas variedades se usaron de toda la vida. La Moscatel fue de las primeras en cultivarse en el país y al día de hoy, aún ocupa un gran porcentaje del viñedo nacional”. Con el primo Enrique, su mano derecha, empezaron a estudiar lo que se hizo en otros países con estas variedades. Se anotaron en curso de viticultura de la Facultad de Agronomía, para contar con una información imprescindible para encarar el rescate: “Mi primo se encarga de las 11 hectáreas del viñedo, es quien hace la poda y no deja que nadie más le meta tijera a las plantas.  En ese curso aprendimos bastante y empezamos a trabajar para atender mejor el viñedo y para redondear el equipo, con Marcelo Laitano como  enólogo”.

Sin Preconceptos

Esas corazonadas suyas, unidas a su fervor y creatividad, la impulsaron a crear su nueva línea Sin Preconceptos, que se integra con esos dos blancos: el Ombú Moscatel y el Ombú Ugni Blanc, ambos de la excelente cosecha 2020. El primero con su clásico y simpático aroma floral, el segundo con una acidez sabrosa que lo hace vibrante en la boca. Los acaba de presentar en sociedad, en Baco Vino & Bistró, junto a su primer Ombú Merlot Rosado también de este año más suculento y gastronómico, muy disfrutable si se lo paladea sin apuro.

Un Ombú legendario

Pero hubo otro renacer. El del ombú plantado al costado de la bodega que tiene una historia que vale la pena contar. Durante muchos años se mantuvo en pie, bien lozano y saludable, hasta que en una tormenta le cayó un rayo y lo destruyó. La leyenda de la comarca contaba, que ese rayo fue atraído por la vasija llena de monedas de oro, que los anteriores dueños habían escondido en el pozo antes de plantarlo. Pasaron unos cuantos años y el ombú volvió a brotar y crecer, de alguna manera como la empresa también lo hizo. Hoy es el emblema que figura en todas las etiquetas de los vinos de Bracco Bosca Winery, e incluso está pintado en la fachada de la bodega. Los vinos se venden en Iberpark, vinotecas y locales gastronómicos.