Dejamos Cafayate atrás después de 4 días de disfrute, buenos vinos, anfitriones de lujo, cocina regional, paisajes excepcionales, noches frescas, días soleados, y lugareños empáticos y generosos

Colomé nos esperaba con su estancia 5 estrellas, a más de 2.000 msnm, su moderna bodega, vinos excepcionales, su vista panorámica única, y un museo, que ofrece una experiencia fuera de serie. Aseguraría con ganas que es un lugar único en el mundo. No es un museo convencional y la experiencia que se vive en sus instalaciones, valen la pena el largo viaje.

Arribar fue parte de la aventura. Si bien la distancia no es extensa entre Cafayate y Molinos, el pueblo más cercano de Colomé, la ruta de ripio, las curvas, subidas y bajadas, hacen que la duración del viaje sea más lento.

La historia de esta bodega nos lleva a la época de la colonia cuando una de las hijas del último gobernador español del Virreinato del Perú se casa con uno de los hijos de la familia Davalos. La bodega y la tradición continuaron de generación en generación, hasta que el suizo Donald Hess, en un viaje por el norte argentino, prueba un tinto de la bodega. Queda tan fascinado que quiere comprarla, pero no era intención de Don Raúl Davalos venderla. Mr. Hess insistió y aun así tuvo que esperar unos cuantos años para cumplir su sueño de tener los viñedos más altos del mundo.

Hess fue perseverante para hacer realidad su sueño. Invirtió tiempo e importantes suma de dinero para ofrecer al mundo vinos de altura de verdad. Adquirió otras parcelas, una de ellas a 3.100 msnm, donde probó con varias cepas y al final vio que la Malbec y la Sauvignon Blanc, se adaptaban bien. Probamos ambos vinos de dicha zona, llamada El Arenal y no es necesario explicar la razón de su nombre. Un Malbec delicado y potente, que el tiempo solo va a mejorar. El blanco es puro, sin notas vegetales, con una delicadeza similar a sus pares franceses.

Y con ese esfuerzo y pasión, Colomé pone sus vinos en las góndolas del mundo entero. En nuestro país podemos encontrar el porfolio casi completo en Vinos del Mundo, que gracias a Andres Toscanini y Diego Canavero, fundadores y directores de Wine Select, hoy W Select Brands, representan Colomé desde siempre.

La estancia no solo se encuentra en medio de las montañas, también lo está entre viñedos que cuentan con riego continuo, ya que la lluvia es escasa en Salta. Las tintas de la bodega son: Malbec, Syrah, Cabernet Fran, Cabernet Sauvignon, Bonarda, Tannat y; Torrontés y Sauvignon Blanc en blancas. También hay una vieja parcela de blancas no reconocidas con la que se elabora El Misterioso, que el grupo curioso, quiso probar. Lo disfrutamos en uno de los almuerzos al aire libre, porque las mañanas y noches son frescas, y los días cálidos y diáfanos.

Thibaut Delmotte, es el enólogo de la bodega. Joven y francés. Casado y con hijos salteños. La entrevista con Donald fue una degustación a ciegas y sin reparos el galo “le bajo la caña” al tinto de la bodega. La respuesta de Mr. Hess fue “estas contratado”. Fue un gusto compartir los vinos con su hacedor. Respondió cada una de las decenas de preguntas que los Catadores le hicimos. Su vínculo con la bodega es tan estrecho que también Thibaut hace sus propios vinos. Llevan su nombre, son dignos de probar, porque son diferentes a los de Colomé. Uno es natural y joven, que presenta en botella Borgoña. El otro, un Malbec excepcional, que en unos años será una joya.

 

La historia personal del Sr. Hess es más que interesante y da para una nota aparte. Hoy solo basta saber que, a parte de su pasión por los vinos, también el arte es una de ellas. Especialmente el del artista estadounidense James Turrell a quien le propuso construir un museo en la estancia-bodega. Quizás el más importante que el artista tenga en el mundo. Hay 3 visitas durante el correr el día. Una de mañana, otra a media tarde y la del atardecer que está reservada solo para los huéspedes. No hay cuadros. No hay esculturas. Hay luz y la vivencia única de lo que esta puede provocar en cada uno de nosotros. No hay fotos, porque el móvil debe quedar en la recepción. Hay silencio, contemplación, oscuridad, luz, colores, cielo, estrellas, y la introspección de cada visitante.

Antes de regresar a la capital, hicimos una última visita a Bodega Tacuil, muy cercana de Colomé. Poco más de 10 KM, pero más de una hora y media de viaje. Un vergel nos esperaba, además de una mesa con quesos y fiambres artesanales. Vinos de la vieja escuela, solo uno de ellos con pasaje por barrica. Vinos intentos, colmados de fruta madura, sin modas que seguir, sin marketing para atraer, solo terroir y pasión de su propietario Raúl “Ye Yé” Davalos, hijo de Don Raúl.

De Colomé a Molinos y de ahí a Cachi. Un hermoso pueblo blanco, de la época colonial. Artesanías, prendas de lana de llama, oveja o guanaco. Una vez más, cabrito de piel crocante para despedirnos, mientras volvíamos a la civilización provincial, ya por ruta pavimentada y entre miles de cardones de un lado y otro del camino. Salta es linda, atrae, y espera en silencio, que el viajero regrese.