Un sueño se hizo realidad. El viaje a Salta estaba proyectado para llevarlo a cabo en 2020 pero la pandemia nos impidió concretarlo. Este año y a pedido de nuestros seguidores, fue el momento para visitar, en una semana, las bodegas y los paisajes de una de las provincias más hermosas y productivas de Argentina

Sabíamos que la aventura sería larga y por momentos extensa en distancias y de manera especial en horas de viaje. Rutas pavimentadas y la mayoría de ripio, colmadas de curvas y contra curvas, nos llevaron entre quebradas y valles a lo más profundo del Valle Calchaquí, la región productora de vinos por excelencia del norte argentino.

Iniciamos nuestra experiencia cenando en El Charrúa. El restaurante parrillada, que lleva por nombre el de nuestros aborígenes, es del maragato Omar Morales, quien cruzo el charco recién emancipado. Sus primeras armas fueron en cafés, bares, y restaurantes de moda, de la Buenos Aires de los 80. Ahí encontró su verdadera vocación y luego de mucho trabajo y gran tesón, inició su propio negocio gastronómico, en la lejana ciudad de Salta. Hoy El Charrúa es el primero y uno de sus tantos emprendimientos gastronómicos. El más tradicional, donde lugareños y turistas disfrutan de las típicas empanadas de carne cortada a cuchillo, cabritos asados en cruz y de piel crocante, y dulces típicos como el quesillo con dulce de cayote o los cuaresmillos con nueces, esos pequeños duraznos concentrados en dulzor y cosechados en Cuaresma.

El camino desde la capital, en el Valle del Lerma, hasta Cafayate, en el Valle Calchaquí, llevó unas 4 horas, visitando en el camino: la Garganta del Diablo y el Anfiteatro, dos depresiones en la antiquísima piedra rojiza que bien valieron la pena hacer un alto en el camino. Los 1.200 msnm de Salta quedaron atrás al llegar a nuestro hotel, Patios de Cafayate a las fueras de la ciudad homónima, a unos 2.400 msnm.

En Patios nos esperaba un delicioso almuerzo en la galería, frente a la piscina y los viejos viñedos. Luego partimos rumbo a diferentes parcelas de El Esteco, junto al ingeniero agrónomo Nicolás Figueroa, quien nos enseñó una calicata inimaginable para los uruguayos. Donde la piedra y el limo priman, y apenas unos pocos puntos porcentuales de arcilla alegran a Figueroa y su equipo. Las vides viejas son una realidad en esta bodega perteneciente al Grupo Peñaflor y representada en nuestro país por Soldo Hnos.

El registro más antiguo pertenece a 1945 y son vides de Torrontés. La leyenda dice que son anteriores, pero la evidencia escrita marca la historia y crea una línea de vinos, denominada Old Vines, que no llega a nuestro mercado, pero es altamente recomendable.

Apellidos como Etchart, Davalos, Michel Torino, Domingo Molina, son respetados en la región como hacedores de vinos desde tiempos de la Colonia, a nuestros días. Son protagonistas de la historia y ser recibidos por el mismísimo Marcos, hijo de Don Arnaldo Etchart, en su mítica finca de San Pedro de Yacochuya es de los momentos imborrables de este viaje.

Sencillo, austero, sin guion, nos estaba esperando para contarnos su historia, la de su padre, la de un joven Michel Rolland cuando llega por primera vez a la zona para crear en conjunto con su padre, uno de los vinos más conocidos en el mundo entero: Yacochuya. Alejandro Dominguez es su representante en Uruguay y casi todos sus vinos se encuentran en las múltiples tiendas, Iberpark.

Marcos nos agasajó con una degustación compuesta por un San Pedro de Yacochuya Torrontés, un Coquena Tannat (en honor a la visita uruguaya) y un San Pedro de Yacochuya Malbec. ¿Cómo se pueden hacer vinos de vieja escuela y que sean vigentes hoy en día? Franqueza y coherencia con las creencias, es la respuesta. Vinificación en tanques de acero inoxidable y barricas de roble, solo francés.

Justo ese día, se cumplían 5 años del fallecimiento de Don Arnaldo y por tanto un homenaje en su nombre, en el Museo de la Vid y el Vino de Cafayate, esperaba a su hijo y también a los viajeros uruguayos. Participamos del homenaje, de las coplas, las poesías, y el folklore salteño. Porque Salta también es tierra de poetas.

Domingo Molina no es un nombre y un apellido. Es el nombre de una pujante bodega del valle; además de los apellido paterno y materno de los hermanos Osvaldo, Gabriel y Rafael. Esta vez fue Gaby quien nos recibió en la bodega familiar, que en Uruguay es representada también por Iberpark. El sol templaba el mediodía y ese día y antes de sentarnos a disfrutar al aire libre de las empandas de carne, pimentón y cocidas en horno de barro, visitamos la bodega.

Gabriel tenía una propuesta especial para el grupo de Catadores. Probar vinos de tanque. Los viajeros sorprendidos y agradecidos, copa en mano, comenzamos a recorrer la bodega entre novedosos tanques de acero inoxidable. Primero fue el Torrontés. Fresco, amarillo verdoso, con una acidez marcada, sabroso y apenas turbio. En segundo lugar, fue el Cabernet Sauvignon, para luego dar lugar al Cabernet Franc y notar las diferencias y comprobar las pocas notas vegetales de estos varietales salteños. Por último, y como no podía ser de otra manera, nos deslumbró con un voluminoso, colorido e intenso Tannat, de taninos potentes que vislumbran su futura redondez.

Tres días en Cafayate fueron pocos e intensos. Hospedarse en Patios es volver al pasado. Una construcción colonial, blanca, con patios interiores cargados de cítricos que invaden la llegada con su aroma de azahares. El hogar encendido atrae a los huéspedes al atardecer, y no falta la copa de vino blanco para compartir y brindar con el resto de los turistas que llegamos de todos lados, a una de las regiones más altas y lejanas del mundo para deleitarnos de sus exóticos y exquisitos vinos. Continuará.