En el mundo del vino y en pocas palabras, un Petit Clos es una pequeña parcela. Con este nombre y ese concepto, Bodega Garzón presentó de forma exclusiva su nueva línea de varietales de alta gama

El año pasado apareció en solitario el Petit Clos Cabernet Franc, nacido en la parcela 127. Y de este hallazgo el Enólogo Germán Bruzzone contaba: “La identificamos cuando investigábamos para seleccionar las mejores que luego integrarían nuestro Balasto. Nos causó tan buena impresión que quisimos usarla para una nueva categoría de vinos. Hasta hoy sólo contábamos con una pequeña partida de 5.000 litros de este Cabernet Franc, pero seguimos descubriendo otras parcelas, de otras variedades, para integrarlas a esta nueva línea. Con gran satisfacción hoy logramos sumarle al primero, el Petit Clos Albariño Block 27, el Petit Clos Cabernet Sauvignon Block 969 y el Petit Clos Tannat Block 212”.

Por su parte el experto italiano Alberto Antonini, asesor de Bodega Garzón resume su punto de vista: “Primero que nada queremos rescatar el sentido de la “tomabilidad”, que quiere resaltar el disfrute como característica principal. Porque desde hace años, los vinos elogiados eran los difíciles, los que pocos disfrutaban, o sea, me refiero a los expertos o conocedores. En cambio yo creo que tenemos que volver a los vinos que no hay que descifrar, que acompañan las comidas y que muchos pueden disfrutar.”

Para conseguirlo Antonini sostiene que hay que identificar y mantener lejos a los 6 enemigos de los vinos. Según el italiano son: “la sobre-maduración de la uva, que genera vinos concentrados y muy potentes, que hacen perder su identidad. La extracción exagerada, con muchos remontajes durante la fermentación y una maceración prolongada, hace que se pierda el carácter del viñedo. Abusar de la madera, ni que hablar. El  agrónomo, si no entiende el suelo con el que está trabajando. El enólogo, cuando quiere hacer un vino con sello propio y para ello le imprime un carácter tan particular que el consumidor no llega a entenderlo. Por último, el mercado, que puede ser un problema gigante, porque tiene dos caras y puede ser bueno o malo. Bueno, porque ayuda mucho si busca la cultura y la apreciación de la diversidad que la naturaleza nos ofrece. Malo, cuando solo te indica cómo tenés que hacer el vino”.