Corpulento y de aspecto bonachón, Robert Parker Jr podía confundirse con cualquiera de sus vecinos granjeros de Monkton, su pueblo de Maryland, donde hizo su carrera y construyó el prestigio que lo hizo famoso. Gracias a una capacidad sensorial excepcional y a una dedicación sin concesiones, pudo convertirse en el referente más importante del mundo del vino. Creo que no existe ninguna otra industria, donde un solo crítico haya conseguido tanto poder e influencia. Nació en 1947 y en la Universidad de Maryland se graduó en Derecho, pasando a trabajar sin mucha convicción, para el Farm Credit Banks de Baltimore

En un viaje ocurrió su epifanía

Llegó un verano en el que hubo de viajar a Francia para visitar a Patricia, su novia y actual esposa. Allá  descubrió que el vino era más barato que un refresco o un café. Fue probarlo una y otra vez, para adoptarlo como si fuera su segundo amor. Vuelto a casa siguió cultivando su nueva pasión, pero no encontraba en la prensa, los apuntes de cata que le ayudaran a elegir nuevas etiquetas. En los 70 no existía una publicación que orientara al consumidor para elegir su vino.

Una publicación pionera

En 1979, decidió publicar la suya – The Wine Advocate – con el subtítulo: La guía bimensual del consumidor independiente de vinos finos. El primer ejemplar se remitió gratis a unas listas de correos, que Parker adquirió en varios comercios de vino cercanos. Para su segundo ejemplar, la revista ya tenía 600 suscriptores.

Sus seguidores aumentaron a velocidad supersónica y en 1984 dejó su puesto de abogado, para dedicarse a escribir y publicar seis veces al año su revista, haciendo foco más que nada en vinos de Burdeos. Su sistema de evaluación se basó en una escala que los clasifica de 50 a 100 puntos y en el que detalla las principales virtudes de cada uno, incluyendo su potencial de guarda.

Una cosecha le cambió la vida

Todos los años y en marzo, críticos de todas partes van a Burdeos para catas ‘en primeur’. Ocasión en que los chateaux les abren sus puertas y les permiten probar los vinos que todavía están en barricas. El desafío para  los periodistas es pronosticar la calidad de la última cosecha, que recién se comercializará al año siguiente. En marzo 1983, ninguno de los críticos fue optimista, ni encontró promisoria la cosecha de 1982. Sólo un joven americano – Robert Parker – desconocido en Europa, opinó que la añada era excelente. Con el paso del tiempo, esos vinos demostraron que ese joven tenía razón.  A partir de esa instancia su fama comenzó a crecer y muchos productores comenzaron a respetarlo y a seguirlo. Porque un puntaje sobresaliente de este gurú, hacía que el vino elogiado alcanzara un precio sobresaliente.

Los vinos “parkerizados”

Su enfoque inicial en los tintos de Burdeos y los californianos, sumado a su creciente prestigio, hizo surgir un movimiento crítico. A su favor hay que decir que nunca se puso en duda su integridad y se sabía, que no aceptaba comentar vinos de obsequio. Cierto que las regiones no tenidas en cuenta, alegaban su evidente preferencia por los tintos robustos, oscuros y contundentes, dejando de lado a los más ligeros, pero tal vez más sutiles y elegantes, como los de Borgoña. Por otro lado y viendo los altos precios de venta que obtenían los vinos bien calificados por él, muchos productores comenzaron a cambiar sus técnicas de producción, para sumarse a la corriente del éxito, dejando de lado su estilo anterior. Cosa que sublevaba a los más tradicionalistas. Así nacieron muchos vinos “parkerizados”.

Una distinción bien merecida

El impacto de Parker en la industria de los vinos de Burdeos fue de tal magnitud, que el 29 de marzo de 1999, el Presidente Jacques Chirac firmó un decreto para concederle la Legión de Honor. Fue condecorado por el mismo mandatario en el transcurso de una ceremonia en el Palacio del Elíseo. Se estima que «The Wine Advocate» cuenta con más de 55.000 suscriptores de 37 países. Parker ha publicado 13 libros y el sitio www.robertparker.com es de los más visitados entre las páginas dedicadas al mundo del vino.

Un equipo y un adiós

Antonio Galloni para los vinos californianos, Luis Gutiérrez para los españoles y la editora Lisa Perrotti-Brown entre otros, colaboraron con él durante más de dos décadas, para ampliar la cobertura que la publicación merecía. Finalmente y habiendo ya pasados las 7 décadas, Robert Parker renunció a su puesto como director de esta revista y la vendió a los franceses, de la también muy famosa Guía Michelin. El Emperador del Vino,  bien merecía un debido descanso.