Lo produce Loïc Pasquet en Burdeos y su añada 2015 se cotiza a 30.000 euros la botella. Lo bautizó con este nombre en honor a Dionisio, el dios griego del vino. Sin duda se trata de un vino de culto, del que quedan muy pocas botellas y vale tanto, no sólo por esta razón, sino también por las cepas tintas que lo componen y por la originalidad de su viñedo. Instalado en la zona de Graves, que no es de las más encumbradas, el resto de sus vecinos no consiguen vender sus vinos, por encima de los 10 euros la botella

Ingeniero mecánico de profesión y apasionado del vino, apenas graduado Pasquet consiguió trabajo en una de las plantas de Peugeot, hasta que pudo concretar su sueño de comprar una finca y producir sus propios vinos. Durante cinco años, recorrió Burdeos hasta que la encontró y sin dudar la compró. Son apenas 7 hectáreas de un predio excepcional  con un perfil bien diferente. Situadas en el fondo de un río primitivo, el suelo allí contiene gran diversidad de conchas marinas y por supuesto mucha arena. Este fue el puntapié inicial para desarrollar su proyecto revolucionario, en el que no utiliza los clásicos injertos para las vides y para el que utiliza antiguas variedades bordelesas: Castet, Tarnay, Petit Vidure y  Malbec. Realizó su primera cosecha en 2006 y al intentar vender su vino, los comerciantes no podían creer que no hubiera utilizado las clásicas Cabernet y Merlot.

En su viñedo, el caballo sustituye al tractor y llevó al extremo la densidad de plantación. La idea que motivó al inconformista Loïc Pasquet, fue recrear la viticultura tal como era antes de la crisis de la filoxera, a finales del siglo XIX y redescubrir el sabor del vino que hizo tan exitoso a la región de Burdeos.

La capa superficial arenosa de su predio es una barrera para la filoxera – el ácaro que se devora las raíces – y es la clave que a los viticultores chilenos y los de la isla de Santorini, les evita usar el portainjerto americano. Pasquet le da mucha importancia y lo remarca con énfasis diciendo:”Estoy buscando un sabor desaparecido y por primera vez, podemos probar un vino como se hacía en épocas de Napoleón, de variedades autóctonas casi extinguidas y en pie franco. Si usas portainjertos, pierdes toda la tipicidad y puedes obtener un buen sabor, pero no será el de tu viña”.

Cada año produce unas 1.200 botellas de vino, aunque para el Liber Pater depende de que el verano sea excepcional, cosa que en Burdeos no es una constante. No lo produjo en 2008, 2012 y 2013. En 2015 sólo se fabricaron 550 y eso explica su alto precio. Lo vende internacionalmente, cada país recibe una pequeña asignación y así vende toda su producción. Su otro tinto el Denarius, es en cambio un bivarietal de Cabernet Sauvignon al 75%, complementado con Merlot, que se vende a un precio mucho más accesible. También a recibido muchos elogios de la prensa especializada y algunos le llaman el tinto “democrático” de Pasquet.

La periodista británica Jane Anson, experta en Burdeos se mostraba escéptica al ver tanto descaro, audacia y la seguridad con que Pasquet defiende su empresa. Pero al conocerlo comenzó a cambiar de opinión:“Realmente es un personaje difícil de descifrar. Sin duda acertó con un marketing inteligente al romper con los códigos ancestrales de la región. Creo que el añejamiento en ánfora de barro cocido en lugar de barrica de roble, ayuda mucho a mostrar la diferencia que las vides sin injertar, pueden darle al perfil de su vino y esto ayudará a convencer a los escépticos”.

Recientemente, el éxito de su vino y el reconocimiento internacional a su persona, le llevó a liderar un proyecto en Georgia, cuna de la viticultura mundial, apoyando a los viticultores locales y animándolos a reconectarse con viejas prácticas. En particular  abandonar las barricas de roble, para volver a usar las ánforas de barro.