Cuando en 1994, un experto francés descubrió que la Carménère aún se cultivaba en Chile y la noticia causó gran conmoción en el mundo del vino. Es que en Francia se había extinguido hace más de 100 años. Pero las viñas chilenas no la conocían y la confundían con la Merlot y en sus viñedos las plantaban juntas. Pasado el primer shock, los empresarios no tardaron en darse cuenta que contaban con una joya sin pulir y que haciendo las cosas bien, podría sacarle muy buen provecho. De esta manera el país contaría con su propia cepa bandera, al igual que ya lo hacían Argentina con  la Malbec  y Uruguay con la Tannat

Bodega: Bertolini & Broglio
Origen: Parada Daymán, Paysandú
Precio: $ 430

No es una variedad que aquí hay sido atractiva para nuestros viticultores, pero Juan Pedro Broglio quiso trabajarla, porque sus varietales chilenos siempre le gustaron:”La plantamos en 2005 y es una variedad que produce muy poco. Ella madura temprano al igual que la Merlot y eso explica que los chilenos las confundieran. Tiene una característica que al principio me sorprendió y es que su acidez baja de golpe al final de la maduración y eso se traduce en una sensación de dulzor en el vino” nos cuenta.

Juan Pedro cursó agronomía en la Udelar y al regresar a su Salto natal, su suegro don Luis Bertolini – propietario de un predio en Parada Daymán – le propuso incursionar en el campo de la viticultura. Es así como surgió hace ya más de 20 años, esta empresa  que se distingue por la calidad de sus tintos. Asesorado desde el comienzo por el enólogo Edgar Barrera, a esta altura él ya se maneja con gran soltura, siempre experimentando y buscando su asesoramiento.

De  este varietal se puede decir entonces, que no es un Carménère que pretenda competir con los mejores chilenos, pero no dudo que está a la altura de otros muchos. Se trata de un tinto muy amable y bebible, de precio accesible, que muestra lo que se puede lograr con esta variedad, en el norte de nuestro país. Aroma dulzón y delicado, de vivo color guindo, tuvo un pasaje por roble que apenas se percibe a la nariz. Esto le da versatilidad como para armonizar  bien con una tabla de quesos y fiambres o, para un solomillo de cerdo a las brasas o al horno con papas y boniato.