Hoy se estilan diseños muy originales y a veces divertidos, para etiquetar los vinos finos. También están a la orden del día nombres audaces como Cojudo y marcan un nuevo panorama en este mundo en el que la tradición pesa tanto. Se trata de llamar la atención de un consumidor, que cada vez tiene mayor cantidad de vinos a su alcance y más vacila al momento de elegirlos

Las tradicionales etiquetas de fondo blanco y letras negras, que para realzar su alcurnia, lucían un escudo emblemático, van quedando reservadas para los de alta gama. Las otras, las menos encumbradas vienen siendo sustituidas, por las que nacen de la creatividad de jóvenes productores, que se identifican por su cercanía con el arte. Son unas cuantas las bodegas nacionales que contratan sus diseños en el exterior. Tres jóvenes innovadoras prefieren en cambio a los artistas locales y cuentan cómo surgen y se plasman los nuevos diseños.

Las coleccionables de Bracco Bosca

Fabiana Bracco es muy emprendedora y habla varios idiomas, lo que le sirvió para viajar y vender vinos en el exterior. Lo hizo para otras empresas, pero hoy lo hace para la de su familia. Le encanta diseñar y junto a Kike de Souza hacen los primeros bosquejos, para que Luis Méndez su dibujante, los ponga a punto. Sus nuevas etiquetas hablan del ciclo de la vid, desde la poda hasta la elaboración. Por eso ella define a esta nueva línea de seis varietales, como un coleccionable. En todas las etiquetas aparece el duende, que se vincula a la historia familiar. Es el mismo que figura en el mural que adorna la fachada de su bodega y que junto con unas hadas imaginarias, fue protagonista de la simpática leyenda del ombú y las monedas de oro enterradas debajo. “Con estas etiquetas queremos enseñar al consumidor, para que comprenda que la elaboración del vino es muy larga y compleja. Por eso cada una muestra una parte del proceso. Creemos que la etiqueta no sólo debe ser bonita y atractiva, también debe significar algo. Deben pasar unos doce meses que van de una vendimia a la siguiente, es casi como un embarazo, pero es el tiempo necesario para producir un vino de alta calidad” cuenta Fabiana. Lo novedoso de esta serie es que la redacción es en inglés, lo que enfatiza su vocación exportadora.

Casa Grande fue la primera

Florencia de Maio quiso cursar Bellas Artes, pero un rapto del destino la llevó a seguir Enología. La bodega familiar queda no lejos del aeropuerto de Carrasco y al finalizar su carrera, pidió un espacio, para comenzar a desarrollar sus propios vinos finos. Le provocaba unir su primera vocación con la definitiva y por eso no dudó contactar a al artista plástico Gastón Izaguirre, un buen amigo de la familia. “Cuando le propusimos la idea de diseñar las etiquetas de mi línea joven, se copó sin dudar. Empezamos con una lluvia de ideas e imaginamos una fiesta en la bodega, a la que invitamos a los varietales que la integran. Supusimos que cada uno  llegaba caracterizado como para revelar su personalidad. El Cabernet Franc, por ser una variedad francesa, llegaba representando a una chica elegante y llamativa. El Merlot en cambio es un joven tímido, visto como el amigo hippie querido por todos, por ser un tinto muy versátil. Por último entra en escena el Tannat, que representa al uruguayo, de mirada melancólica y un sombrero chato, que en la fiesta está acodado en la barra con una copa en la mano.  Esto fue en 2015 y creo que fuimos de las primeras bodegas en romper con las etiquetas convencionales”.  Y agrega:”Para los otros vinos, Adela Casacuberta hace las de la línea reserva y Joaquín Rodríguez es un artista joven, al que le pedimos que hiciera la del Super Blend. Con él vimos que  siendo un tinto tan importante, la figura principal debía ser un super héroe y así lo plasmó con un estilo comic. De verde, gordo y con antifaz, resulta muy divertido, como a nosotros nos gustan” comenta sonriendo.

Cerro Chapeu prefiere lo gauchesco

Pía Carrau colabora con su padre Francisco y su tía Margarita, en el emprendimiento de Rivera. Estudió un año de Bellas Artes y luego sintió también el llamado de la tradición familiar. Castel Pujol Folklore es una línea nueva de tres vinos, que nace con ideas y propuestas por Dany Mayo, el enólogo residente de la bodega. “De esta manera buscamos volver a la innovación que la familia hizo a principios de los 70, con aquella inusual botella ovalada, del clásico Castel Pujol Rosé” me dice Pía.

Con miras a experimentar con vinificaciones alternativas, proponen un blanco de Malvasía Trebbiano, de cosecha temprana y bajo alcohol, que no supera el 11,5%. O el tinto Tannat que se fermenta junto a los hollejos de uvas blancas Petit Manseng. “Le encomendamos las etiquetas a Nicolás “Alfalfa” Sánchez –dice Pía – porque sus murales son impresionantes. Nos gustó que incluyera a la fauna más habitual en nuestros viñedos de Cerro Chapeu”. Entonces, cuando el artista plasma a los animales vestidos como humanos, aparecen en las etiquetas unas criaturas de fantasía. Su vestimenta gauchesca los identifica con la gente de campo.