Catherine Rivero lidera una cocina que desde hace una década no solo alimenta, sino que informa, conecta y emociona. Desde sus primeros pasos en la pastelería hasta su actual reconocimiento en los premios “Mujer del Año 2025” en la categoría gastronomía, ha construido una propuesta profundamente enraizada en la tierra y en la comunidad

“La cocina llegó a mi vida de grande”, contó Rivero. Antes de ponerse el delantal, estudió marketing, trabajó en una aseguradora y transitó varios caminos. Fue recién después de los treinta que el amor por lo dulce la empujó a empezar a hacer tortas para eventos. “Y un día se me ocurrió que quería estudiar cocina. Fui a la UTU y era el último día de inscripciones, quedaban solamente tres cupos… y entré. Dije: ‘Bueno, por algo será’”.

Ese “por algo será” se convirtió en una filosofía de vida. Su formación se amplió en el Gato Dumas, en Buenos Aires y en talleres sobre fermentación, caramelo y chocolatería. Pero el punto de quiebre fue el descubrimiento de los frutos nativos. “El primer fruto que probé y que usé en la cocina fue el arazá. Hice un cheesecake con él, después un sorbete. Me encantó”, recordó. Desde entonces, el vínculo con la flora autóctona no hizo más que crecer.

Con su restaurante Arazá (que primero estuvo en Cuchilla Alta, luego en el Paseo del Hotel y actualmente en una casona del Prado), Rivero cocina desde hace una década bajo la premisa del Slow Food, una filosofía que abraza lo local, orgánico y artesanal. La carta varía según la estación, y los ingredientes provienen, en su mayoría, de pequeños productores locales.

Su propuesta busca mantenerse cercana al cliente, incluso tras la reciente mudanza a un espacio más grande. “Pasamos de atender a 25 personas a casi 80. Pero no quiero perder la conexión”, sostuvo.

Esa cercanía también se refleja en el equipo que formó, una mezcla de experiencia y juventud, en el que muchos provienen de la UTU. “No fue fácil formarlo, pero se logró. Y el reconocimiento es para ellos también”, señaló, en referencia a que en marzo, recibió el premio Mujer del Año en la categoría Gastronomía, un galardón que, aunque inesperado, vivió con mucha emoción: “Al principio pensé que era una broma. Fue una noche muy especial, rodeada de mi familia y mis amigas”.

Redescubrir lo nuestro

Para Rivero, la cocina también es una herramienta para revalorizar lo autóctono. En su restaurante, los ingredientes nativos como el butiá, el arazá o el guayabo del país no solo tienen protagonismo en los platos, sino también en el relato que acompaña cada experiencia.

“El guayabo tiene cinco veces más vitamina C que el kiwi, por ejemplo, pero la gente no lo valora porque lo ve como una fruta silvestre, poco atractiva. Falta difusión, falta promoción en estos temas”, opinó. Desde la cocina, no se trata solo de rescatar sabores perdidos, sino de generar un cambio de mirada: “Hay mucho desconocimiento. A veces pensamos que si algo no está en la góndola no sirve, y no es así. En Uruguay hay un monte entero por descubrir”.

Entre los nuevos proyectos, en junio abrirá en el restaurante una cafetería criolla, donde reinarán los sabores tradicionales: churros, buñuelos, pastafrola. Y otro plan más ambicioso es Inmersión en el Monte Nativo, un proyecto ganador de un fondo de la Intendencia de Montevideo. La propuesta combinará gastronomía y naturaleza: un recorrido sensorial por diferentes ambientes del monte, acompañados de platos que reflejan esos paisajes. “La idea es que los comensales vivan la experiencia a través de los cinco sentidos, con sonidos, aromas y sabores. Vamos a trabajar con sonidistas y aceites esenciales de plantas autóctonas. Es mucho trabajo, pero va a ser espectacular”, adelantó, detallando que está pensado para que se concrete antes de fin de año.

“En la vida no hay coincidencias, hay señales que te dicen que vas bien”, dijo Rivero un par de veces a lo largo de la charla. Y en su cocina, esas señales parecen estar en cada plato, en cada historia, y en cada fruto nativo tal vez olvidado que vuelve a encontrar su lugar en la mesa.

Tema de sobremesa

El futuro de la gastronomía en Uruguay
Para Rivero, en los próximos años la cocina uruguaya se encaminará hacia lo local y lo auténtico. Rivero reconoció que hay una tendencia creciente hacia los productos de estación y de cercanía. “Sí, podemos decir que está de moda… pero si la moda hace el bien, bienvenida sea. Prefiero que esté de moda comer bien, aunque sea por tendencia. Y quienes lo hagan por filosofía, mejor todavía”.

Agregó que afortunadamente cada vez más personas buscan en la comida algo más que sabor: quieren una conexión real con lo que consumen. “No solo quieren comer, quieren alimentarse. Buscan conectar con lo genuino, con la tierra”, aseguró.

Cocina y sostenibilidad
Comprometida con el medio ambiente, en su restaurante busca reducir al máximo el desperdicio. Utiliza viandas compostables, minimiza el uso de plásticos y aprovecha cada parte del alimento. “Es antihumano tirar comida cuando hay gente que pasa hambre. Y hay que pensar qué hacer incluso con las cáscaras. Todo sirve si le ponés imaginación”, aseguró.

El rol del cocinero
Más allá de preparar platos, Rivero cree que el cocinero tiene, de alguna forma, un rol educativo. Es quien puede enseñar, por ejemplo, qué hacer con el guayabo del país, con la cáscara que no se desperdicia, cómo conservar un fruto o ingrediente. Así, la cocina es un puente entre las personas y la naturaleza.