La tragedia de los Andes ocurrida el 13 de octubre de 1972, quedó por siempre impregnada en la sociedad uruguaya y posteriormente, en el mundo entero, como un gran prodigio de vida. No fue un accidente aéreo más, fue un milagro, una hazaña pocas veces vividas. A los 72 días del accidente volvían a la vida 16 de los 45 ocupantes del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya. Alvaro Mangino, tenía tan solo 19 años en aquel momento. No formaba parte del equipo del Colegio Stella Maris pero jugaba al rugby. Sus dos mejores amigos, lo alentaron a ser de la partida. Dijo que sí a pesar de que estos  finalmente no viajaron y sin imaginar que jugaría el partido más difícil de su vida. En su casa de Carrasco recibió a The Select Experience, para una charla franca y sincera, donde nos contó sobre su proyecto vinícola, que tanto tiene que ver con la odisea andina

El avión cayó en el Valle de las Lágrimas, en la parte chilena de la cordillera. En el impacto Alvaro se fracturo la tibia, el peroné y parte de la rótula de la pierna izquierda. Fue Roberto Canesa quien se la enderezó. Su movilidad fue nula durante toda la estadía en la montaña y así fue como pasaba las horas produciendo agua para beber, a partir de helados terrones de nieve. Los días fueron largos, fríos y tristes. Sin embargo, nunca perdió la esperanza y la fe. Por las mañanas, el grupo de sobrevivientes podía escuchar radio Carve y El Espectador, con una vieja Spica que habían hecho funcionar. Cuando a los 10 días, la búsqueda se suspendió, el corazón se les estremeció. Lejos de decaer, redoblaron las fuerzas y solos, encontraron el camino de vuelta a casa.

Desde su regreso de los Andes Alvaro se ha movido en el mundo empresarial, en varios sectores de actividad. El actual, la industria del vino. Comenzó importando barricas de roble de la Tonelería Nacional de Chile. Le fue bien y se convirtió en su representante. Una cosa trajo a la otra y creo un porfolio amplio de productos como: corchos, botellas, capsulas y levaduras, entre otros. Con el afán de mostrar las virtudes de sus levaduras se dijo: “voy hacer vino para mostrar a los clientes que mis levaduras son de excelente calidad y de paso me quedo con unas botellas para compartir con la familia y los amigos”. Nace así su más reciente proyecto llamado Valle de las Lágrimas, en honor al lugar donde la vida triunfó sobre la muerte.

Alvaro no tiene viñedos propios pero su conocimiento del mercado local le permite comprar uva de gran calidad a viñateros responsables. Toda la uva, salvo el Cabernet Franc, proviene de viñedos plantados en la región de Cuchilla Pereyra, al norte de Montevideo. En ambos terruños la cosecha es manual así como la selección de granos que hace en la bodega Spinoglio, donde Mangino vinifica sus vinos. Tres varietales, Chardonnay, Cabernet Franc, Tannat y dos tintos de corte – Blend y Numa – se elaboran allí. Numa es su último lanzamiento, un corte de Merlot y Cabernet Franc, que lo llamo en honor al último de los amigos que falleció en la cordillera, Numa Turcati.

“Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace 10 días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. ¿Cuándo nos van a buscar? Por favor, no podemos ni caminar. ¿Dónde estamos?” Así de escueto, conciso y estremecedor fue el mensaje que escribieron Fernando Parrado y Roberto Canesa al arriero. Ese mismo texto lo estampo Alvaro en cada una de las etiquetas que identifican a sus botellas. Etiquetas que son en sí mismas, un verdadero homenaje a todos los que fueron parte de aquella desventura. Por eso también incluyen la silueta del valle, 29 estrellas doradas que representan cada uno de los que no volvieron y hasta la numerología de la tragedia. De forma particular y en una demostración de amor hacia Margarita, la etiqueta del Blend, luce un perfil femenino en su honor.

Con Margarita se conocen desde antes del accidente, cuando ya eran novios. En aquellos desesperados días, nunca se sintieron solos, “siempre estuvimos conectados”, afirma emocionado Alvaro. La conexión se mantiene viva, ahora extendida a la hermosa familia que entre ambos han construido. Sumándole creatividad a su personal energía, con los imborrables recuerdos en su memoria y el cariño hacia todos sus compañeros de viaje, Álvaro da un vital testimonio de entereza y gratitud a la vida. Y el vino que tanto le apasiona le da la oportunidad de expresarlo de una manera única.

Gentileza: The Select Experience