Yelicich es y se siente cocinero. Con sus apenas 36 años de edad, ha hecho historia en la gastronomía local. Primero en Montevideo, con el añorado Isla de Flores, que en su momento, rompió todos los esquemas del circuito gastronómico capitalino. Hoy en día y con una impronta diferente, lo hace con Cuatro Mares en Punta del Este; y desde 2016 regentea como si fuera suyo, Jardín, el nuevo restaurante de Zonamerica.

Desde niño y en su Rivera natal, siempre estuvo entreverado en la cocina por su propia elección. Le gusta contar como su momento de iniciación, aquel día que sus padres estaban de viaje y el compró dos kilos de hígado y se puso hacer paté. Tanta fue la producción que salió a la calle, a tocar la puerta de tías y amigos para comercializar su primera preparación.

Antes de cumplir la mayoría de edad, decidió tomarse un año sabático para trabajar y viajar. Ese verano fue el niño mimado de la familia Marrero, en el tradicional Viejo Marino de la península. Finalizada la temporada, cruzó el Atlántico y la vida lo encontró con Martín Pittaluga en Mallorca, quien lo invitaría a formar parte del equipo del restaurante de Uruguay en la Exposición de Lisboa.

El periplo continúa de la mano del famoso Mallman. Primero en con una pasantía de verano en el mítico y recordado Los Negros de José Ignacio. En invierno las pasantías siguen en Bariloche y Mendoza, siempre con Francis como guía. Al regresar, Pittaluga vuelve a convocarlo, esta vez para un proyecto personal. Un restaurante en su propia casa. Así nace Bajo el Alma, también en el Este uruguayo.

Fernando Trocca, es su amigo y quien le abriría las puertas de múltiples restaurantes en Nueva York y Europa. A partir de ese momento, la vida profesional de este cocinero transcurre entre veranos esteños y pasantías en el norte. Aprovechará cada encuentro con los popes de la cocina mundial para absorber todo el conocimiento y plasmarlo en lo que hoy es su cocina. Colmada de simpleza y franqueza, con un cuidado extremo por la materia prima y los puntos cocción. Donde la combinación de ingredientes es original y en su justa medida. La presentación del plato es de tanta sencillez que resulta de una elegancia casi innata. Porque la cocina para Gastón es un arte, “efímero, que se acaba en la boca del comensal” pero que tiene tanto valor y adeptos como un cuadro de Picasso.

Fuente: The Select Experience